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La inteligencia artificial se ha convertido en un elemento clave en el ámbito sanitario, ofreciendo avances en diagnóstico, investigación y gestión de recursos. Sin embargo, su aplicación en productos sanitarios exige una reflexión ética que complemente la normativa vigente. Este artículo aborda la necesidad de prudencia en el diseño y uso de la IA, considerando aspectos como seguridad, sesgos, discriminación y responsabilidad. Se subraya que la eficacia técnica y el marco legal deben ir acompañados de un compromiso ético que garantice la protección de la salud y los derechos fundamentales.
No hay duda de que, en los últimos años, la inteligencia artificial ha sido el tema estrella de congresos, debates, cursos, etc. Tampoco hay duda de que, como viene siendo habitual ante cada nuevo planteamiento técnico o científico, la inteligencia artificial (IA) ha abierto un vivo debate entre aquellos que la observan como el nuevo e indiscutible paradigma del progreso; los que la reciben con expectativas y, al mismo tiempo, con cautela; y, por último, los que la rechazan sin fisuras. En el ámbito sanitario es difícil encontrar negacionistas de la IA, probablemente porque no hay área dedicada a la salud que no esté disfrutando de los beneficios aportados por su aplicación. En cambio, en el campo de la investigación o la asistencia sanitaria, sí que conviven los que no cuestionan su aplicación y los que piensan que la IA es conveniente, pero que su utilización tiene que venir precedida de un acto de prudencia. En este artículo vamos a ocuparnos de la última cuestión señalada, el de la prudencia a la hora de aplicar la IA en los productos sanitarios. Es resumen, vamos a reflexionar sobre la ética de la aplicación de la IA en el diseño y uso de productos sanitarios.