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Tradicionalmente, el aire comprimido ha tenido que lidiar con algunas limitaciones que impactan directamente sobre la fabricación y manipulación de medicamentos como son el alto coste de mantenimiento, el riesgo de contaminación y la presencia de humedad en el aire. La calidad del aire comprimido empleado en el proceso de elaboración de productos farmacéuticos es directamente proporcional a la calidad del producto final. Por este motivo, tradicionalmente la calidad del producto justificaba grandes inversiones en los sistemas de aire comprimido. Actualmente, las compañías farmacéuticas tienen la necesidad de contener el incremento de costes y reducir el consumo energético de la planta al mismo tiempo que deben mantener la calidad del producto y la eficiencia del proceso. Este nuevo paradigma hace que la industria se esté replanteando el statu quo, tratando de identificar soluciones innovadoras relacionadas con las necesidades de aire comprimido y su calidad.
Para una planta de producción farmacéutica, el aire comprimido es una de sus necesidades más críticas. La falta de aire comprimido conllevaría la parada de la planta, situación análoga a lo que ocurriría en un escenario de escasez de suministro eléctrico. Sin embargo, la falta de calidad en el suministro de aire, incumpliendo con los requisitos de la normativa ISO 8573-1 e ISO 8573-7, puede suponer un alto riesgo de contaminación y humedad. Esta situación podría resultar en devoluciones de producto y limitaciones en la exportación, dañando la reputación de la compañía.